Inicia una nueva Semana Santa en la que nuestra principal demanda es la liberación de los presos políticos. La burla de la dictadura al no cumplir los acuerdos del 27 y 29 de marzo de 2019 —hace exactamente dos años— es una muestra de lo descarado que puede llegar a ser Daniel Ortega y su régimen.
El texto del acuerdo del 27 de marzo dice: “el Gobierno procederá a la liberación definitiva, entendida como el cierre definitivo de la situación jurídica de las personas más allá de la excarcelación. La liberación contará con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja”.
Dos años después, ni todos los presos políticos fueron excarcelados, ni mucho menos liberados; tampoco se les normalizó su situación jurídica. Algunos de los excarcelados políticos han sido apresados nuevamente; otros se tuvieron que ir del país; la mayoría se ha quedado y tienen que soportar el constante hostigamiento y la represión; y una buena parte se ha tenido que esconder y pasar al anonimato para no ser reprimidos.
Esta es evidencia que la dictadura nunca tuvo intención de cumplir lo acordado; y que su única intención al firmar esos acuerdos fue burlarse del pueblo de Nicaragua y de la comunidad internacional.
Dictadura menosprecia la vida
La dictadura menosprecia la vida y menosprecia la libertad. Por eso, mientras libera a más de 800 reos comunes —muchos de ellos de alta peligrosidad—, mantiene en la cárcel a más de 120 presos y presas políticas.
La crueldad y la violencia de la dictadura contra los presos políticos se pueden contrastar con la crueldad y la violencia que sufrió Jesús. El poder político y los corruptos que enjuiciaron a Jesús se sentían amenazados por el hijo de Dios hecho hombre. En ese sentido podemos decir que Jesús también sufrió lo que sufren los presos políticos. Y murió de la manera más humillante, clavado en una cruz, como morían los peores criminales. Las autoridades de entonces querían demostrar que las enseñanzas de amor y paz de Jesús eran peligrosas. Pero solo lo eran para los gobernantes.
Hoy en día Nicaragua sigue teniendo presos políticos. Los hay porque aquí persiste la misma crueldad y menosprecio a la vida que demostraron los gobernantes que enfrentó Jesús en su tiempo.
Al aceptar la muerte en la cruz, Jesús entregó su vida para enseñarnos a amar al prójimo. Nos mostró que el hijo de Dios tenía que sufrir como sufre el pueblo, por la injusticia, la mentira, el odio y la persecución.
Los presos políticos son los que más sufren
El mismo sufrimiento que ahora los poderosos le provocan al pueblo reprimido de Nicaragua; y de este pueblo, los presos políticos son los que más sufren, al enfrentarse a los barrotes de sus celdas; a los carceleros con sus armas de guerra; y a la poca luz que reciben a través de la pequeñas ventanas de sus celdas, si es que las tienen, por donde con dificultad logra colarse el reflejo del resplandeciente y seco sol de Semana Santa.
Es por ello que de manera especial en esta Semana Santa, debemos recordar a nuestros presos políticos; porque ellos encarnan de manera particular el encarcelamiento de todo un pueblo que lucha por su libertad.
El pueblo de Nicaragua lo que quiere es libertad, paz y democracia. Podrá sonar extraño, pero este sufrimiento de los presos y del pueblo en general es muestra de que Dios está presente. Jesús clamó a favor de los pueblos oprimidos y fue compasivo y solidario; por ello tenemos que tener fe en que los presos políticos saldrán de las cárceles y que la libertad reinará en Nicaragua.
Espero que estos días santos sean ocasión para contemplar el sufrimiento de Jesús; y llenarnos de su presencia, de su lucha y sobre todo de su amor, que nos salva y libera. Al contemplar el sufrimiento de Jesús, pensemos en los presos políticos que igual que él, son acusados de manera arbitraria e ilegal, solo por luchar por la libertad.
2 respuestas a «En esta Semana Santa tengamos presente a los presos políticos»
Los presos políticos necesitan Líderes que se preocupen por su Libertad!!!!!
Me encanta que J S sea el que en estos momentos está pendientes de los Nicaraguenses despojados de su lobertad,