Hace ahora dos años, los nicaragüenses nos levantamos en una insurrección cívica contra la dictadura de Ortega-Murillo, para reclamar libertades plenas, democracia y mejores condiciones de vida.
Fueron los viejitos, los estudiantes y los campesinos, los que provocaron este despertar cívico, al que luego se sumó la mayoría de la población.
Aquellas grandes movilizaciones propiciaron la formación de nuevas organizaciones cívicas y sociales, que a lo largo de estos dos años se han venido consolidando y ampliando su representatividad.
Estos movimientos son una esperanza para que unidos, podamos restablecer la libertad y la democracia en Nicaragua.
Los nicaragüenses no olvidamos que al clamor del pueblo, el régimen respondió con balas y los más crueles actos de violencia. Más de trescientas cincuenta personas fueron asesinadas, centenares de protestantes fueron apresados. Aún quedan setenta presos políticos en las cárceles y miles de compatriotas siguen exiliados.
No olvidamos a Alvarito Conrado, que murió por llevar agua. A Franco Valdivia que expiró denunciando el asesinato de su compañero. Ni al niño Teyler Lorío, que no supo por qué lo mataron. Tampoco los crímenes de los campesinos que a diario siguen siendo asesinados, ni las persecuciones en el Caribe de Nicaragua.
Esta sangre de inocentes no puede haberse derramado en vano y no la vamos a olvidar nunca.
Tampoco debemos ignorar el sacrificio y sufrimiento de las madres y familiares de los asesinados, presos y exiliados.
En estos dos años, la respuesta constante e invariable de la dictadura ha sido de más represión, aislamiento, desempleo y pobreza.
Ya nada es igual en Nicaragua.Las multitudinarias movilizaciones y la respuesta violenta de la dictadura provocaron que la comunidad internacional elevara la presión. Líderes de diversas organizaciones y países, siguen exigiendo al régimen que respete los derechos humanos y que propicie las condiciones para que puedan realizarse elecciones libres y democráticas.
La conciencia crítica de nuestra sociedad despertó hace dos años. Y pesar de toda la represión, le sigue exigiendo a la dictadura que renuncie. Que deje el poder y propicie la transición hacia la democracia, para que a través de las urnas el pueblo pueda elegir un buen gobierno, cuyos funcionarios estén al servicio de la ciudadanía nicaragüense.
Un nuevo gobierno que una al país. Para que juntos construyamos una Nicaragua en la que se respeten los derechos humanos y en la que la justicia sea para todos. En la que todos gocemos de libertades plenas y en la que no existan presos políticos ni exiliados. En la que no haya impunidad y se conozca la verdad y hayan garantías de no repetición.
Y en la que además, un gobierno democrático pueda recuperar el respeto y el apoyo internacional que el país necesita para eliminar las desigualdades.
Un gobierno capaz de trabajar activamente junto a otros países, en este nuevo mundo post COVID-19 que se nos avecina. Porque para enfrentar los efectos que nos heredará la pandemia, será necesario desarrollar un plan de reconstrucción de país, enfocado en lo social y en lo económico, pero que sea realmente incluyente para nadie quede relegado.
Un buen gobierno que luche contra la pobreza y la desigualdad. Que impulse una economía competitiva en la que se generen empleos dignos. Y en la que el crecimiento económico sea inclusivo y sostenible, ya que este es el único mecanismo para tener más y mejores servicios públicos y más y mejor calidad de vida para todas y todos los nicaragüenses.
Con nuestra lucha cívica, los nicaragüenses nos estamos ganando el futuro.
Lucha encabezada por una gran unión de jóvenes, campesinos, mujeres, organizaciones sociales, empresarios y políticos, que acompañada de la mayoría de la población, permitirá que más pronto que tarde acabemos con la dictadura y pasemos a un nuevo tiempo de paz, justiciar, democracia y libertad