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Un momento de libertad que nos presagia el triunfo

El martes 11 de junio del 2019 desperté a eso de las 4:30 a.m. En mi celular había dos mensajes que anunciaban la posible salida de los presos políticos. Traté de no esperanzarme porque no era la primera vez que se hablaba del tema y al final no salían. Pero a los pocos minutos comprobé que esta vez sí era cierto. Llegó la prueba.

El rostro sonriente de Pedro Mena, el integrante del Movimiento Campesino, en un microbús blanco, mientras otro preso sacaba la bandera de Nicaragua por una ventana. Los estaban trasladando a sus casas. Esa fue la primera imagen de los presos políticos en las calles. En las siguientes se veía a Medardo Mairena, Edwin Carcache, Irlanda Jerez, Lenner Fonseca y muchos más, todos sonrientes, con el puño y la moral en alto. En las redes sociales la población explotó de júbilo.

Me dirigí a la casa de la abuelita de Edwin, María Orozco, en el Barrio San Judas. Legué antes que él, porque fue uno de los últimos en ser entregados, ya que el proceso fue largo. En cada casa se bajaban todos, cual si fuera caravana de fiesta, aunque eso alargara el ansiado retorno a sus hogares.

A las 7:00 a.m. había una buena cantidad de gente esperando a Edwin, todos alegres cantando. La casa estaba llena de globos azul y blanco que colgaban del techo, una gran bandera de Nicaragua, un cartel que decía “Bienvenido a casa Edwin” y algunas fotos. En el centro, una pequeña mesa con la imagen de la Purísima, un Cristo y una Biblia.
Cuando llegó el microbús blanco, hubo algarabía total, se armó una fiesta. Además de Edwin se bajaron Irlanda, Olesia Muñoz y Cristian Fajardo. En medio de la fiesta, Mercedes y Edwin lloraban de felicidad por la excarcelación de su hijo. Durante el día esta escena se repitió en decenas de hogares en todo el país.

La población celebró

Después de darle la bienvenida a Edwin, me trasladé a Catedral a esperar a Medardo. Pero él se había ido a otro sitio. Ahí estaba Irlanda, ya que previo a su llegada, una horda de orteguistas invadió y saqueó su vivienda. También Olesia, famosa por sus cantos del Ave María y el Himno Nacional desde su celda. Después de muchos meses y aún vestida de azul, cantó por primera vez al aire libre, en el atrio de la Catedral. Los que la escuchábamos no pudimos evitar que nuestros ojos se llenaran de lágrimas.

Luego, algunos miembros de la Alianza Cívica nos fuimos a Masaya a saludar a Yubrank Suazo. Igual que en muchos otros hogares de presos políticos, frente a su casa había fiesta popular. Lo acompañamos a él y a su papa, don Wilfredo, a visitar los restos de la casa que les destruyeron las turbas. Era la primera vez que visitaban ese sitio. Obviamente fue un momento muy doloroso, ver la barbarie cometida por los simpatizantes del régimen, solo porque sus dueños se oponen a los abusos de la dictadura.

Ese día de alegría y liberación, se respiró una sensación de triunfo. A cada momento llegaban imágenes de presos llegando a sus casas, en medio de la sorpresa y alegría de los familiares, que tras largos meses de angustia y desesperación, les costaba creer lo que estaba pasando.

Pero al pasar de las horas la sensación de triunfo comenzó a empañarse. Aparecieron mensajes preocupantes. Personas que nos avisaban que sus presos aún no llegaban. Al terminar el día constatamos con decepción que no habían salido todos. Como es su costumbre, nuevamente la dictadura jugó macabramente con la gente y burló los acuerdos firmados en la Mesa de Negociación.

Ortega no cumplió

Solo cuatro días después, el sábado 15 de junio, en León las turbas orteguistas agredieron a varios excarcelados, entre ellos Byron Estrada. El ataque ocurrió al concluir la misa de primer aniversario por el asesinato del monaguillo Sandor Dolmus. Y el paso de los días dejó en evidencia la nueva estrategia de la dictadura: asediar e intimidar constantemente a los excarcelados.

Sus casas siguen siendo marcadas y los paramilitares se apostan frente a ellas por días. Sus negocios han sido cerrados o amenazados. Byron no volvió a León y otros tampoco han podido regresar a sus hogares. La represión obligó a algunos a irse al exilio y a otros a esconderse para desaparecer de la vida política.

Por eso digo que lo del 11 de junio fue solo un momento de liberación, ya que la dictadura nunca tuvo la intención de otorgarles libertad plena. Los presos fueron simplemente excarcelados.

Y lo que es más grave, muchos han sido re-apresados. Todavía tenemos 90 presos políticos, sometidos a una reclusión injusta y ahora bajo el riesgo de contagiarse de Covid-19. Por ellos seguimos trabajando. Durante todos estos meses nos hemos esforzado por garantizarles: ayuda humanitaria y asistencia legal. Pero también hemos mantenido la denuncia internacional para forzar su liberación. Y estoy seguro que más temprano que tarde ellos también saldrán.

La excarcelación de los 106 presos políticos el 11 de junio, fue el resultado de la presión ejercida en la Mesa de la Negociación, en la protesta popular y ante la comunidad internacional. Y demostró que cuando hay unidad de propósito y determinación es más fácil alcanzar una meta. Esa derrota que le propiciamos a la dictadura, es la antesala de lo que vendrá. Del triunfo definitivo que lograremos por la vía cívica, pacífica y electoral. Batalla que también ganaremos, siempre y cuando nos mantengamos unidos como lo hicimos durante el proceso que nos llevó a ese memorable 11 de junio del 2019.

Al terminar ese día de ajetreo y emociones, de idas y venidas, me venció el cansancio. Me dormí pensando que por primera vez en meses, más de cien hombres y mujeres, dormían en sus hogares. Me sentí muy contento. Satisfecho de saber que todo esfuerzo suma.

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