En múltiples momentos la mayoría de las organizaciones opositoras han dicho que la estrategia que derive en la desaparición de la dictadura Ortega-Murillo, tiene que ser cívica y pacífica, mediante el desarrollo de elecciones libres y democráticas.
Para organizaciones como la Concertación Democrática Nicaragüense, CDN-Monteverde, la estrategia se basa en ejercer la mayor presión política posible, visibilizar ante la población nicaragüense y ante el mundo, las condiciones inhumanas que enfrentan los presos políticos y la falta de justicia para las víctimas de la represión; también, la captura del Estado por parte de la familia Ortega Murillo, la corrupción familiar, las actividades ilícitas y la entrega del país a intereses extranjeros. El objetivo de visibilizar la realidad del país, es mantener en pie de lucha a la resistencia nicaragüense, en un contexto de represión sin límites.
Desde el punto de vista material, es preciso seguir ejerciendo presión para asegurar que los perpetradores y violadores de derechos humanos sean sancionados por la comunidad internacional, así como las organizaciones que proporcionan recursos a la dictadura para seguir reprimiendo.
Estas dos presiones se están complementando con un esfuerzo diplomático internacional que lleve la realidad de Nicaragua en los principales foros internacionales, como ocurrió recientemente en el contexto de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Todos estos esfuerzos se desarrollan frente a una estrategia dictatorial que pretende la perpetuación en el poder, incluso después de la desaparición física del dictador. No podemos, simplemente sentarnos a esperar que la naturaleza haga su trabajo. He dicho en muchas oportunidades, que a eso es a lo que está apostando el dictador y que no podemos prestarnos a su juego, hay que evitarlo.
Pero independientemente del camino que lleve a la democratización, un tema de preocupación es el nivel de cohesión política de las fuerzas Azul y Blanco en una Nicaragua democrática, que como ya sabemos, es diversa e ideológicamente variada.
La pluralidad ideológica dentro de la oposición debe verse cómo una fortaleza y no cómo impedimento. Las diferencias ideológicas, a ser dabatidas en un contexto democrático y respetuoso, deben colocarse en una dimensión aparte de los problemas que nos agobian a los nicaragüenses en este momento. Debe existir entre todos los nicaragüenses un elemento común, un pegamento basado en ideas y principios, a fin de que el rumbo que tome Nicaragua en el futuro sea hacia el progreso, la paz y la justicia.
A continuación, incluyo diez posibles puntos de acuerdo que deberían suscribir en piedra todos los nicaraguenses. Es decir, un compromiso que deberíamos asumir todos los que nos consideramos amantes de la democracia, la justicia y la paz. Cada uno de nosotros deben defender estos diez preceptos a capa y espada. Los compromisos deben ser:
- Adoptar el principio de la no reelección.
- Respetar el Estado de derecho y el principio de la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos. En especial el sometimiento a la ley de los gobernantes y servidores públicos. Que la ley se aplique de manera imparcial y equitativa.
- Respetar los derechos y libertades fundamentales, garantizando la protección de los derechos humanos.
- Separación de los poderes del Estado y asegurar el sano equilibrio entre ellos.
- Representación política del ciudadano y que éste pueda expresarse y elegir. El poder emana del ciudadano y él lo ejerce a través del voto en elecciones libres y justas.
- Impartir justicia a los perpetradores de violaciones a los derechos humanos y otros delitos, asegurando la no impunidad, reparación, memoria y no repetición.
- Garantizar el pluralismo político. Respetar las ideas de los demás, ser tolerantes y debatir dentro del marco del respeto mutuo.
- Adoptar la transparencia y rendición de cuentas, como un principio fundamental.
- Trabajar para consolidar un gobierno representativo, democrático y respetuoso de los derechos fundamentales.
- Priorizar a los más vulnerables de la sociedad y trabajar por garantizarles el acceso a todos los servicios, en especial una política social que permita abrirles oportunidades para desarrollarse plenamente.
Este acuerdo no deberá ser un papel más a ser firmado, sino en un acuerdo fundacional de la nueva democracia. Lo que se pretende con ellos es que las organizaciones opositoras encuentren unión en torno a estos criterios y que algún desvío futuro sea sancionado moral y políticamente.
El momento para firmar este acuerdo es precisamente ahora, que no se ha restablecido la democracia, porque eso permitirá que aquellos que comulgamos con los mismos principios, avancemos juntos en la construcción de la democracia, independientemente de nuestras ideologías.